Comercio Informal es un fenómeno que vivimos a diario y que forma parte de nuestra cotidianeidad tanto que lo asumimos como normal, en las últimas décadas ha aumentado considerablemente en nuestro puerto como en las redes sociales y medios electrónicos, y de ser un fenómeno económico-social, es la solución emergente de las familias que al haber fallado la solución de gobierno para hacerlos participar de beneficios sociales o propiciar desarrollo económico en las familias, surgen como autoempleo para lograr ingresar recursos económicos a su hogar.
La incapacidad de los gobiernos de atraer y generar empleos bien remunerados y la ausencia de empleos dignos para gran parte de la población resultan, indudablemente, en el aumento de la pobreza, el desempleo y, por ende, la proliferación de los vendedores informales. Que se les considera informales, o ilegales, porque no se han constituido como contribuyentes que aporten tributo al Estado, o sea que no pagan impuestos, pero que de alguna forma se la viven pagando a las autoridades Municipales quienes le cobran cuota para permitirles salir a vender o realizar su esfuerzo para ingresar dinero a sus casas.
El comercio informal no se realiza necesariamente en la calle; puede tener lugar en casas-habitación propias o, dada su naturaleza, puede no tener propiamente un espacio para realizarse.
La mayor parte del comercio informal es el que llevan a cabo los comerciantes ambulantes, llamados así en tanto que no siempre tienen un lugar fijo para vender sus mercancías. Los “ambulantes” son los que ofrecen sus mercaderías en las aceras, en la calle, en mercados, parques.
La mayoría de los vendedores pagan cuotas diarias para mantener en paz a funcionarios. Por su parte, los inspectores de vía pública son juez y parte.
Lo cierto es que el creciente número de personas dedicadas al comercio ambulante, aun cuando su actividad no por ilegal esté exenta de reglas, hablan de la incapacidad de los gobernantes de crear opciones reales de empleo.